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Yo quiero recordar a todos los que quiero, riendo

Por Toño Velasco

Cada vez me engancha más el hecho de hacer retratos, es una experiencia alucinante. Desde que me dedico a esta disciplina ya no se diferenciar a alguien en teoría “guapo” de alguien “feo”, cuando estas pintando un retrato te metes literalmente en cada rasgo, en cada comisura, de alguna manera te abstraes de que es una cara lo que estás pintando, es más, mi cabeza, mis manos, todos mis sentidos trabajan en un paisaje único, lleno de matices, luces y sombras que bailan muy juntas.

Cada persona es un mundo, y el escaparate donde asomarse a verlo es sin duda la cara, los ojos son increíblemente sofisticados, son cómo lagos y me encanta pegarme buenos chapuzones en ellos, hay un momento mágico cuando trabajas los ojos que es cuando le pones el brillo a la pupila, es muy sutil, solo manchas la punta de tu pincel, apuntas y tocas suavemente, con palabras sólo se me ocurre decir que cobra vida, los colores que se retuercen en el lienzo derepente cobran vida¡ a estas alturas he aprendido que los ojos son el 90% de un retrato, si los clavas , no podrán dejar de mirarlos.

Los niños tienen esa mirada limpia, brillante, redonda que hace que , parafraseando a Jack Nicholson en “Mejor. . . Imposible”, hacen que quiera ser mejor persona.

Las mujeres son todas bonitas, las jóvenes y las no tan jóvenes, pintando un retrato a veces intuyes como envejecerá o como era de joven, la belleza deja un rastro imborrable. Reconoces al que ha sufrido, al que ha luchado, intuyes su personalidad aún sin conocerlo personalmente, hacer un retrato es un trabajo intimo, en el que pasando las horas te vas haciendo amigo del desconocido que pintas. Esto lo estoy contando para que entendáis lo mágico del asunto.

A veces te encargan el retrato de alguien que se ha ido, es una responsabilidad increíble, solo tengo una palabra para describir mi actitud ante ese tipo de encargos y es respeto y por respeto, intento dar lo mejor de mi, para sacar lo mejor de él.

Pero la verdad es que la inmensa mayoría de las personas que me encargan un retrato es por que quieren un pedazo de alegría, un recuerdo de un peque exuberante de felicidad, una abuela sonriendo, muchas veces no tienen fotos con las que yo conocer al modelo y yo mismo me acerco a su casa con mi cámara y pasamos todos un rato de risas, a nadie le gusta posar, pero yo voy a intentar robar la mejor de sus sonrisas, hago una selección de las fotos y juntos o por email seleccionamos el modelo ideal, luego yo ya me encargo del resto, y muy contento, ya tengo un nuevo reto, un nuevo paisaje que os hará compañía el resto de vuestras vidas.